Cuando tenía 8 años, en la escuela que estudiaba empezaron las actividades para el curso de catecismo. En aquel momento, yo no sabía lo que era una educación laica y qué implicaciones tenía una escuela que, en principio, era laica... Cuando la profesora y el director del colegio informaron a las alumnas y los alumnos de la novedad, me pareció que tenía la posibilidad de elegir si este curso (los sábados por la mañana) sería bueno o no para mi vida!
Como venía de una familia que no frecuentaba (y no frecuenta!) las misas los domingos ni otros días de la semana, imaginé que podría preguntar a mi mamá y mi papá si el catecismo sería algo interesante o no.
Mi mamá me dijo que ella no había ido a catecismo, pues como fue criada en una familia metodista, las actividades con las niñas y las niños eran otras.
Mi papá, por su parte, me dijo que su familia era muy católica y que él no sólo había hecho el catecismo sino que también había sido uno de esos niños que ayudan a “los padres” durante las misas, un autentico monaguillo!
Los dos me dijeron que yo era quien debía escoger, que ellos no me obligarían a despertarme temprano los sábados para irme de nuevo a la escuela. (No sé si esta información es necesaria, pero pregunté separadamente a cada uno, y la respuesta fue igual…creo que los asuntos de religión son tratados por las parejas mucho tiempo antes de que los hijos y las hijas nazcan, no?)
Bueno, toda esta introducción es para contarles que, mi opinión sobre la historia de excomulgación de la madre y los médicos que atendieron a una niña de 9 años, que durante tres años fue violentada por su padrastro en la ciudad de Alagoinha (interior de la provincia de Pernambuco, Nordeste de Brasil) no es neutra, imparcial, ni busca serlo.
La historia, resumidamente, es la siguiente: el 26 de febrero, el padrastro es encarcelado luego que un equipo médico constatara que la niña estaba embarazada de gemelos. Ella había llegado al hospital el día anterior sintiendo mareos y los médicos afirmaron que la niña corría riesgo de morir si no se hacía el aborto. La madre firmó la autorización. El aborto fue hecho. Una sucesión de declaraciones absurdas por parte de la Iglesia Católica –desde Recife hasta el Vaticano – empieza.
El arzobispo de Olinda y Recife, DOM José Carlos Sobrinho, excomulga a la madre y los médicos responsables por el aborto. Según el arzobispo, el padrastro no debió ser excomulgado pues el estupro es menos grave que el aborto y sólo este crimen está previsto como causal de excomulgación por el derecho canónico.
El día siguiente, el jefe del departamento del Consejo Pontifício para la Familia, del Vaticano, Gianfranco Grieco, afirma que la decisión del arzobispo de Olinda y Recife es acertada. La CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil) lamenta el episodio que ha sufrido la niña, se clama perpleja, pero aún así no concuerda con el aborto. Dijo que a pesar de la gravedad, el arzobispo actuó correctamente, pues no se puede incentivar el aborto en Brasil. Pero después, dijo al público que nadie había sido excomulgado y que el arzobispo sólo había expresado lo que manda la ley canónica.
Me niego a decirles cuantas mujeres mueren todos los años por no tener su derecho a la salud reproductiva respetado.
El ministro de la salud, José Gomes Temporão y el presidente Lula, criticaron la actitud de la Iglesia. Lula afirmó que como jefe de Estado se encuentra a favor del aborto y como cristiano está en contra (como ciudadana no me interesa saber lo que el jefe de Estado piensa como cristiano, sólo si eso se inmiscuye en la esfera del propio Estado). Esa aparente dicotomía de Lula hizo que la Iglesia dijera que el presidente necesitaba del asesoramiento de teólogos!
Entonces, la prensa brasileña rellena los periódicos con artículos y comentarios de especialistas y periodistas. Muchos de ellos preguntando si existe una manera de pedir la auto-excomulgación.
La discusión en torno a la lucha por el derecho al aborto y sus fuerzas contrarias -aquellos que se nombran “Por la Vida” (como si las feministas no apostaran también por la vida de las mujeres y su derecho de decidir sobre sus cuerpos)- ya es conocida y muchas veces parece una conversación en el vacío, de donde nunca se extrae un entendimiento común.
Este episodio de Alagoinha y toda la secuencia de manifestaciones de la Iglesia me parecen muy simbólicas del momento que la Iglesia Católica vive en Brasil. En el país más católico del mundo, la Iglesia pierde sus fieles a las religiones neoprotestantes, soporta escándalos por casos de pedofilia y tiene que convivir con una población que, a pesar de ser católica, flirtea cotidianamente con otras religiones. Me parece un momento de insania eclesial absoluta, en el que la iglesia se desvive por no perder a los fieles por nada…
En este contexto, la idea de lo que es la vida, dónde empieza y dónde termina, pasa a ser el eje central de garantía del purismo de la fe católica: sólo son católicos aquellos que son completamente obedientes a los mandamientos, en la interpretación de las autoridades eclesiales. Hay que contener la libertad de pensamiento, así como en El Nombre de la Rosa.
A mí, me parece que lo más triste de este episodio no es la eterna dominación y necesidad de control de nuestros cuerpos (los de las mujeres, claro), pues eso ya lo sabemos hace mucho tiempo. Lo más triste es la ceguera de una Iglesia que insiste en mantenerse en sus dogmas y que bajo el argumento de defender “la vida”, termina sometiendo la vida de una niña. Los/as niños/as siempre son vistos/as por la Iglesia como seres benditos, buenos, puros y en este caso, nunca se pensó en la "pureza" de la niña, pues el hecho de ser mujer y tener capacidad reproductiva es algo superior al hecho de ser niña. Sus pequeños cuerpos ya no son más protegidos por Dios. Proteger la vida de las niñas sí, pero una vez configurada su capacidad reproductiva, hay que continuar la tarea primordial de la multiplicación, no importa el tamaño del sufrimiento que se pueda vivir.
Ojalá siempre tengamos a las Católicas por el Derecho de Decidir y los teólogos de la Teología de la Liberación.
Cuando era niña, fui la única alumna de la escuela que no hice el catecismo y la primera comunión. Por meses, fui llamada por mis amigos y amigas una hereje! Tal vez a ellos también les gustaría más aprovechar las mañanas de sábado con más libertad!
PD: Para quién se interesa por la participación de las mujeres en la iglesia, hay un romance de la costarricense Rosibel Morera, llamado “A pesar de mujer”