20.1.09

El esperado discurso final

Las que siguen, son las palabras de la compañera que fue elegida para dar el discurso final...





"Santiago, 19 de diciembre de 2008

Primero que todo quiero decir que me siento muy honrada en que me hayan elegido parar decir algunas palabras en esta ceremonia final, y al mismo tiempo me pregunté: “¿Mis compañeras/os sabrían que sufro de crisis de pánico, y pánico escénico también? ¿Actuarían con dolo eventual?. O es que acaso, esto es el resultado de compartir tantos ceremoniales y rituales mapuches en estos años: Llellipunes, Nguillatunes, We Tripantu… ¿Habré invocado inconcientemente a algunos espíritus ancestrales?

Luego pensé en las reacciones fisiológicas y sicológicas que experimentaría: me sonrojaré, me temblará la voz y las piernas; qué puedo decir yo frente a mis profesoras/es expertas/os en derechos humanos de mujeres, y mis compañeras/os, que manejan y construyen argumentos jurídicos con facilidad y posicionamiento …, y mucho más.

Cuando supe definitivamente que tendría que hablar (no sin mediar una polémica elección, como todos Uds., saben, resultado de 24 particulares miradas de 13 países distintos, y sobretodo de la de mis amigas trasandinas); … le pregunté a mi compañero:
¿Qué digo, me desmayaré?,
y él me respondió firme y con dulzura: “Ange habla desde el corazón”.

Ojala pueda interpretarlos en cierta medida, ya que sin duda cada uno y cada una, hace una lectura distinta dependiendo de su historia. Pero al elegirme corrían el riesgo.

Y eso haré…

Siento que a lo largo de estos meses, he intentado, hemos intentado abarcar el infinito en las palmas de nuestras manos.
Este proceso ha sido una fantástica experiencia académica, pero sin duda ha tenido resonancias muchos mayores en nuestras vidas.

Para mi ciertamente ha constituido la experiencia de convertirme en mujer, con todo el profundo significado de la palabra.
La síntesis de lo que hemos aprendido no sólo ha sido un proceso intelectual. Ha significado para mí –personalmente- leer desde las entrañas.

Y de a poco fui viviendo, experimentando cada discriminación, cada violencia, y mi cuerpo se transformó en objeto de opresión y también de libertad, y me sentí enjaulada, y muchas veces angustiada y desesperanzada al terminar de leer ciertos textos. Sobretodo cuando leí el caso de Molly ¿Podremos hacer algo para que estos casos de violencia contra la mujer no sigan ocurriendo?

Un paso a la vez. Pienso que las grandes revoluciones son consecuencia de una suma de pequeños cambios y muchos años de lucha.

Acá recojo ahora lo que decía en esta mañana la doctora Cecilia (¡Cuando temblaba por tercera vez en Santiago!): Hay que aprender a leer la discriminación en contra de la mujer desde nuestra realidad he intuición. Y sólo es eso lo que tenía al postular a este Diploma: intuiciones, sensibilidades. Ahora al terminar el curso siento que recojo una base teórica que sustenta mi argumento en pos de trabajar por los derechos humanos de las mujeres.

Yo viví la violencia desde pequeña en mi familia, crecí con las consecuencias que ella desencadena. Antes pensaba que sólo contaba la física, ahora se que la violencia se hace carne no importando sus formas y modos, y desde mis heridas abiertas se replicó en la escuela, en el entorno, y a donde iba. Me parece al mirar hacía atrás que era como una sombra de muerte.

Es por eso que crecí armada hasta los dientes. Con una coraza impenetrable, que me convirtieron en una adolescente con grandes temores y muchas ausencias.

Lloré, me rebelé y maldecí el mundo y su historia…

Hasta que un día alguien me dijo: “Angelito deja de mirarte el ombligo”. A esa persona ese día la odie, la encontré un desatinado, un insensible…. pero aquella frase que me sonó dura, se volvió maravillosa, me salvó.

Comencé a trabajar con niños/as con riesgo social en una parroquia los días sábados, y todo el dolor lo transformé, primero en ayuda -según yo-: explicándoles que los golpes no eran parte de su crianza, ni sus padres podían pegarles a sus madres por ser sus mujeres. Al tiempo -esa ayuda que yo creía dar- se convirtió en amor gratuito y ya no me importaba que fuese recíproco, (lo que siempre busqué antes de entregar amor) ya que ellos me salvaron.

Fui libre, me sentí y me siento liberada también, he podido articular en palabras y argumentos racionales, esa angustia, y rabia que en silencio me golpeo por mucho tiempo, y que sigue haciendo ecos, al revisar mi historia.

Nos dice Gioconda Belli “En el país bajo mi piel”:
“He sido dos mujeres y he vivido dos vidas. Una de mis mujeres quería hacerlo todo según los anales clásicos de la feminidad: casarse, tener hijos, ser complaciente, dócil y nutricia. La otra quería los privilegios masculinos: independencia, valerse por sí misma, tener vida pública, movilidad, amantes. Aprender a balancearlas y a unificar sus fuerzas para que no me desgarraran sus luchas a mordiscos y jaladas de pelos me ha tomado gran parte de la vida. Creo que al fin he logrado que ambas coexistan bajo la misma piel. Sin renunciar a ser mujer, creo que he logrado también ser hombre”

Creo que en todas y en todos nosotras/os existe aquella especial dualidad. Sin embargo, no necesito ser un hombre.

En este proceso colectivo he podido descubrirme a mi misma a través de mi género y a mi género a través de mi misma. Las debilidades ancestrales y las ancestrales fortalezas asociadas a lo femenino se presentan día a día, soy ahora capaz de distinguir cuanto de mi hay en cada culpa y también cuando la culpa es real y cuando simplemente un reflejo cultural.

Y me liberó, me empoderó.

Este especial proceso en que la rabia la angustia y la liberación han sido tan determinantes sin duda también ha sido anecdótico, si no me equivoco, me enfurecí con cada una de mis amigas, me salieron garras y quise literalmente abofetearlas cuando después de comentarles con pasión mi proceso personal, me miraban con cara de: “Ange estas más amargada que antes, ese diplomado te está haciendo mal”, y mis compañeros de trabajo … comentaban en las reuniones “ Vamos a pedirle al Director que no de más permiso para que vayan las mujeres a ese diplomado”.

Todas evidentemente siguen siendo mis amigas, es mi trabajo ahora involucrarlas en este duro proceso de transformarse en mujeres y hombres reales, que actúan con voluntad, decidiendo a cada paso y en cada momento. Quitándonos mujeres y varones las pesadas cadenas del patriarcado.

Finalmente creo que he podido ver que es posible construir otra historia, que afuera hay un historia por caber y un mundo por construir y liberar.

Muchas gracias a cada una y uno de Uds. por su vida, por sus afectos y su historia, y también a aquellos que no están físicamente, por darme una oportunidad y simplemente escucharme.

Chaltu May(Gracias)"